La mirada perdida
le delata.
Su andar desgarbado y lento
con parsimonia.
Los ojos henchidos de dolor
escudriñando callejas
deshabitadas y lúgubres.
Ríe a carcajadas
del mundo
y los cuerdos que le habitan
Consciente de su locura
la acaricia lentamente
aferrado a su angustia.
Sin otro deseo
que el de la libertad
desvalido y huérfano
en un mundo frío
de afectos humanos.
Canta
y solloza
al caer la tarde
y hasta el sol se estremece
al contemplar su verdad
oculta para los sabios.